¡Hace tanto que no te veo!
Pero te recuerdo muy seguido últimamente.
Eras un hombre alto. Muy bien parecido. De la vieja usanza.
Elegante hasta para ir a comprar el pan o llevar a las chicas al colegio. Camisa de mangas largas y corbata para el otoño,
y de mangas cortas en verano. Pantalones oscuros y altos, con el infaltable cinturón a tono.
Una cuerda colgada al cuello perforaba una nuez moscada que según decías, ahuyentaba no sé qué fantasmas. Unos
calcetines altos, los cortos no eran de tu estilo, y unos zapatos impecables que lustrabas con prolijidad antes de
calzártelos.
Y ese gesto tan tuyo antes de abrir la puerta para salir. Cogías tu sombrero de copa ancha, negro o marrón, dependiendo.
Era todo un ritual. Tomarlo entre las manos, mirarlo bien, como si nunca lo hubieras visto. Llevártelo a la cabeza. Que
encajara suave pero firme. Y con ese ademán tan tuyo de: ya está.
Me gustaría volver a vértelo poner. Pero te tengo en mi memoria.
Te extraño papi.
No hay comentarios:
Publicar un comentario