miércoles, 26 de enero de 2022

Nuevo año.

 

Jueves, casi de madrugada.
Se despertó aturdida luego de una noche de excesos.                            Recuerda que se había montado en su coche rumbo a la fiesta de fin de año de la empresa en la que trabajaba.                                                          

Estaban todos. Bueno… casi todos.  Por suerte sus jefes ya se habían ido antes de su llegada.  Era habitual que se marcharan pronto para evitar tener que escuchar discursos patéticamente hipócritas, o solicitudes de aumento de sueldos que nunca otorgarían.

Se había vestido como si fuera al Teatro Real. ¡Así eran esos eventos!             Miró a su alrededor. ¡No reconocía nada! Escuchó lluvia que era la ducha que caía en el baño.                                                                                                Sus ropas en el suelo entremezcladas caóticamente con…                                  Emitió un grito sordo. Estaba en su casa, ésa que había imaginado desde hacia más de un año. Olió su perfume en la almohada. Creyó que estaba soñando. Desde la cocina su voz le preguntaba si quería un café.              Seguía aturdida.                                                                         

Reconoció su labial en esa copa sobre la mesa. Miró hacia la puerta de la habitación y se recorrieron con la mirada como si recién se conocieran. Se echaron a reír sin freno.                                                                                    Se iniciaba el siguiente capítulo, esta vez más espabilada.  O eso creía.                                               

Ahora toca.

Ya se habían despedido.

Se preguntaba si volverían a encontrarse.

Su relación había sido un tanto incierta. Podían compartir charlas, caminatas, horas de viento o de calma, pero luego de cada hasta luego, se quedaba con una cierta sensación de ¿interrogante sin respuesta?

Eso era exactamente. Tan acostumbrado a sentir que tenía las cosas controladas y esta vez..., pues no.

Lo invadió el temor con disfraz de frío. Temblaba de arriba abajo sin poder evitarlo. Si regresaba se quedaría sin esa libertad que deseó desde el  mismo día en que se había casado.

Ahora estaba libre. Viudo de una viudez dolorosa pero superada.                      Su mente no cesaba de pensar. Tejía algoritmos que lo retrotraían a su profesión.                                                                                                       Dejo de tiritar, y como si todo el calor del universo lo invadiera y pusiera una claridad inusitada, lo tenía decidido.                                                                Se iría sin mirar atrás para seguir transitando su vida como si fuera un adolescente, picoteando flores sin atadura alguna.                                             Se marchó deshaciendo la ruta por la que había llegado, mientras una alfombra de hojas muertas crujía a su paso cantando su alegría.