domingo, 20 de enero de 2008

Siguiendo con .....

El vuelo

Hombre, porque eso debió haber sido alguna vez.
Abandonado, porque el hecho de estar en una cama dentro de una casa que en su fachada dice cuidar, no lo transforma en otra cosa.
Maloliente, porque entre todos permitieron que él perdiese su dignidad.
Herido de muerte, porque en esa misma casa, en ese mismo abandono y entre esas sábanas húmedas y arrugadas lo han arropado el olvido y el desamparo.
Ojos que lo miran sin poder creer lo que están viendo.
Otros que ven sin mirar.
Caras azoradas unas, y otras de poker.
Fuimos tres a trabajar para que ése, que alguna vez fue un ser humano, recuperase el bien perdido, si es que ya no era demasiado tarde.
Brazos y piernas lívidos.
Piel transparente y fría que solo sirve para alfombrar huesos.
Cuerpo adelgazado y maltratado a la espera pronta de un final sin regreso.
Cicatrices dérmicas de las que emanan lavas pegajosas y sanguíneas. Betún del descuido y del a quien le importa.
Exhala agonía, late fuerza.
No se entrega, da pelea.
Y aliados a su lucha, abrimos canales para humedecer su alma seca.
Oxigenamos su lecho para que su torrente fuera intenso.
Su latido desbordado añora otros ayeres, tal vez los besos de un primer amor.
O quizás es solo angustia?
Por momentos una angustia que lo abate a él, a mí, a todos?
Esa contagiosa y terrorífica que fibrila su motor y sus posibilidades.
Chocamos contra su descontrol y tranquilizamos su carrera.
Respira aliviado.
Me mira sin verme, sus cristalinos opacos y esmerilados no pueden hacer otra cosa.
Nos relajamos un poco, no hay mucho mas por hacer.
Me siento a su lado, observo el paisaje. Cables, máquinas, tubos, entrando y saliendo, conectando y desconectándose, espectáculo macabro de una película de terror.
Me pregunto que hago, entre el horror y la respuesta.
Me susurra al oído quiero un poco más.
Aprontamos todo. Su cuerpo tibio y casi etéreo pasa de la cama a la camilla y a él le siguen los tubos, los cables, las máquinas.
De esa casa desprotectora fría e inerte a una cabina blanca, cuadrada, agobiante.
Dentro de ella y a toda velocidad partimos abriendo caminos con el ulular de una sirena acortando tiempos.
Llegamos y allí están en guardia y en alerta varios colegas que al ver su cuerpo dicen: ...... está muerto.
Todavía no. Su magma sigue produciendo descargas.
Y de nuevo a moverlo, cuerpo ya vencido, de la camilla a la cama de ese viejo hospital.
De nuestras conexiones a las suyas, y de nuestro esfuerzo hasta el final.
Me siento aliviada. Creí entender que no quería dejarse humillar sin pelear.
Y eso hizo.
Una mosca gigante se posa donde hace minutos él ha estado.
Nos miramos horrorizados. La espantamos. La matamos?
Entendimos el mensaje.Él también emprendió el vuelo desde el borde del abismo a la tierra del nunca jamás

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