lunes, 21 de enero de 2008

Invierno

Octavo mes


Un nuevo mes que irrumpe y se impone en el calendario.
Cada minuto más cerca de un nuevo año.
Ya hace tantos, un día como el de hoy iniciaba una relación de pareja que sería con la que conformaría una familia. Casi veinte después, se desharía.
No sabe que tienen los agostos en su vida.
Luego de la separación, siempre fueron en agostos sus acoples a otros hombres, que pintaban serían los únicos y últimos.
Solo pintaron. El tiempo y sus vendavales actuaron como lejía aclarando las tintas hasta hacerlos desaparecer, llevándose los colores de la pasión, el amor, la confianza, la fe.
Comienza otro más ahora y como en tantos otros, de la mano de la soledad.
Es que siempre esta dispuesta, ahí, a ofrecerle compañía.
Es como si fuera Dios. Está en todos lados y a toda hora, con los brazos abiertos esperándola.
Recapacitando un poco, es Lucifer, se convence. Habita los avernos y se ríe a carcajadas con cada uno de los humanos.
El estar solo no es malo, piensa.
La soledad es lo que enferma. Su silencio es aterrador.
Siente la cabeza llena de ruidos, de fantasmas, de gritos desgarrados de los otros que la habitan.
Otro octavo mes, que parece ser igual al de tantos. Otros tantos solos en esta vida que promete más de lo mismo.
Hay que seguir, se repite sin ganas.
El camino espejado es largo, por momentos se estrecha y contacta con esa realidad.
Otros, tan ancho que la agobia, la confunde, la marea. La encandila.
Hay tantas posibilidades!
Mas no se hace esperar. La encrucijada aparece y allí está nuevamente delante aguardando que llegue para fagocitarla.
Sigue gris como el día.
Abrumada por el sin sentido, fatigada de tanto cansancio.
Acurrucada en esa silla, apretujada de recuerdos, desolada de abandonos.
Tiene miedo.
Está triste.
Dolorida hasta las uñas.
Desgarrada y rearmada como un puzzle inestable, rompecabezas con cientos de millones de piezas minúsculas, descoloridas.
Canosas.

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