domingo, 17 de junio de 2012

Todo está donde debe estar


La iridiscente tela de araña que conecta ambas varas de junco a los lados del río se mece al ritmo del viento sin negarse.
El agua que dibuja su rumbo a cada segundo besando la vera de la costa.
Los pájaros y sus trinos que dan aún más sonido al entorno.
Las diminutas hormigas que transitan intentando recorrer mi esterilla entregada sobre el césped.
El murmullo de esa cascada cercana que modula el tono del mismo torrente.
Este cuaderno gentil que se regala ante mis ojos.
Este bolígrafo negro que desliza cada palabra y con ella cada pensamiento.
Una golondrina que surfea sobre las aguas imprimiendo su silueta y dejando su estela.
El tronco de un árbol que flota mansamente.
Aquel grupo de jóvenes deportistas que llenos de energía hablan en ese español tan ibérico deleitando mis oídos.
La sombra de las hojas que se reflejan en este suelo árido sediento de lluvia.
Las pequeñas margaritas llenas de vida que se entrelazan con hierba seca sobre un suelo deshidratado.
Y el cielo, celeste, transparente, contundente que ilumina absolutamente todo.
Hasta ese puente rojo sangre, recuerdo de la guerra civil, está en donde debe estar.
Y yo observando y siendo parte de este todo.
Todo fluye.
Este paisaje enseña, si uno se deja.

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