Si yo “mujereo”, ese devenir me cambia a mí y cambia a las mujeres. Porque el movimiento de “mujerear” es uno de los movimientos vitales que puede avanzar a través de mí. Devenir es, según Deleuze, como una boda entre dos reinos.
jueves, 21 de octubre de 2010
Presencia
Escondida detrás de un médano, al resguardo del viento frío del sur, adivino el oleaje crispado del mar.
Me siento como pez en el agua, en estas zonas en donde la energía del universo tiene olor a profundidad y a sal.
El rugido humeante y salino de su voz me infunde fuerzas para seguir.
Es como si pudiera, como desde hace tantos siglos, transmitir la sabiduría de los viejos, que con sus consejos tiernos, alivianan el dolor.
Estoy casi despidiéndome, como tantas otras veces. Pero lo bien que me hace encontrarme con él.
Siento fundir mis lágrimas con su bravura. Parece enojado (sólo en apariencia) pero a mí me envuelve y me acaricia, me habla y me abraza, me mima y me da ganas.
Hoy está triste.
Sus aguas grises, su espuma blanca, me saludan desde tan lejos, al igual que un padre despide a un hijo. Pero por lo menos pudimos estar cerca unos días.
Mis ojos te lloran, mi alma te cobija, mis pulmones te extrañan, mi piel te añora.
Pero te llevo en mi mente,..........
hasta la próxima vez.
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