Los últimos meses habían sido de un blanco y negro gélido. Su alma no podía
salir de ahí. La única ilusión que iba y venía era la fantasía de unas nuevas
vacaciones como las que había tenido hacía unos años con sus amigos tan
queridos.
De repente, en esa ilusión, el telón comenzó a correrse y detrás apareció
en escena Cinque Terre, esas costas de la riviera italiana sobre el mar de
Liguria.
Comenzó a descubrir los azules intensos sobre los que se dejaban reposar
barcos turísticos, barcas de pescadores...
Recordaba las excursiones que planeó con ellos, montándose en La Spezia a
uno para descubrir sus costas.
Altas rocas entre marrones y negras por donde brotaba una verde vegetación.
Y como emergiendo de la nada, casitas casi esculpidas entre tanta belleza dando
señales de seres humanos habitando esos lugares tan escarpados.
Escucha como en sueños el ruido de las olas que impregnan de blanca espuma
tanto costas como embarcaciones. El sonido romántico del hablar de las personas
en distintos idiomas, los clicks de las cámaras plateadas cansadas de
inmortalizar esos recuerdos.
Su sueño había teñido de colores vivos y vívidos su imagen triste del
comienzo.
Tal vez pronto, se dijo, pudieran nuevamente encontrarse y abrazarse para
compartir hermosos momentos juntos llenos de color, calor y vida.