El reloj
La fantasía del universo es el equilibrio.
Esa armonía imposible de alcanzar.
La utopía que parece estar tan al alcance de la mano y que cuando es casi tangible se deshace como pompas de jabón.
Desarma en millones de imperceptibles colores el contraste entre lo posible intangible y lo alienable deseable.
Y es aquí en donde me hallo. Pero del lado de adentro, como en una burbuja.
Da vueltas y vueltas.
Me marea y confunde. Sube rauda empujada por una ráfaga fría y allí permanece frisando hasta las voluntades.
De pronto, un soplo cálido derrite la coraza, aliviana la envoltura, y de nuevo a rodar grácil y gentil, pero en caída libre.
Si antes el cielo era su meta, ahora el piso es el límite.
De cualquier modo sigo la inercia. Me pego a sus paredes intentando amortiguar el golpe.
En ese transcurrir alocado miro a mi alrededor.
Y en ese espacio infinito, veo otros al igual que yo tratando de resistir las inclemencias del tiempo.
Es imposible. Así como las hojas cambian de color, se caen, así también me despellejo. Mis cabellos encanecen, mi piel se marchita y se mancha, mis ojos declinan su visión.
Comienzo a atravesar el agujero de ese gran reloj de arena que es la vida.
Dejo atrás la juventud, las ganas, la valentía, esa osadía que creía mía y de nadie más.
Es tiempo de otros.
Ese tiempo escurridizo y volátil que no le pertenece a ninguno en especial, pero que es de todos.
Ese tiempo compartido invisible, invalorable hasta que nos deja y acaricia a otros.
Hecho una ojeada al camino que transité.
Hay lugares que me gustaría volver a pisar, situaciones algunas a modificar, momentos todos a paladear.
Regresar para asirme de encuentros placenteros que se atesoren en mi humor.
Esa reserva agotable que se deteriora . . . . . . . como el resto de mí.
Si yo “mujereo”, ese devenir me cambia a mí y cambia a las mujeres. Porque el movimiento de “mujerear” es uno de los movimientos vitales que puede avanzar a través de mí. Devenir es, según Deleuze, como una boda entre dos reinos.
domingo, 17 de febrero de 2008
Recordando unas .....
......... añoradas vacaciones
Creo que es 30. Si, es 30.
Ayer se ofertaban los ñoquis del 29 en los resto de la villa.
Estoy acogedoramente sentada dentro de un parador escuchando Enya mirando el mar, en compañía de un libro elegido.
Hay un collie sentado en la escalera, esperando que su dueño salga de tomar su desayuno y vuelva a buscarlo.
Me recuerda a Loli, mi Loli, esa gata preciosa, compañera inseparable de mi vida en la urbe porteña.
Saboreo mi cortado doble, y este calorcito artificial que regala una salamandra a leña.
Allí afuera hace fresco, bastante. Un semisoleado día casi otoñal de mediados de primavera.
Hasta el clima viene cambiando.
Ayer fue a despedirme en Retiro mi vieja. Que bien que me hizo! A ella también, creo.
Es como si me hubiera hecho upa para que pudiera hacer el provechito luego de una deliciosa comida de bebé.
Garota de Ipanema, saxo, y baterias suaves. Cuanto placer.
Desde Buenos Aires recibo mensajitos en mi celular que no pude dejar.
De allí y de aquí, van y vienen, manteniéndonos comunicados, vinculados.
De aquí para alla y de regreso, el ida y vuelta de unos afectos hechos de verdad.
No estoy sola, en mi cabeza, en mi alma, se encuentran todos ellos, mi familia, mis amigos.
Que bueno es tenerlos!!!!
Creo que es 30. Si, es 30.
Ayer se ofertaban los ñoquis del 29 en los resto de la villa.
Estoy acogedoramente sentada dentro de un parador escuchando Enya mirando el mar, en compañía de un libro elegido.
Hay un collie sentado en la escalera, esperando que su dueño salga de tomar su desayuno y vuelva a buscarlo.
Me recuerda a Loli, mi Loli, esa gata preciosa, compañera inseparable de mi vida en la urbe porteña.
Saboreo mi cortado doble, y este calorcito artificial que regala una salamandra a leña.
Allí afuera hace fresco, bastante. Un semisoleado día casi otoñal de mediados de primavera.
Hasta el clima viene cambiando.
Ayer fue a despedirme en Retiro mi vieja. Que bien que me hizo! A ella también, creo.
Es como si me hubiera hecho upa para que pudiera hacer el provechito luego de una deliciosa comida de bebé.
Garota de Ipanema, saxo, y baterias suaves. Cuanto placer.
Desde Buenos Aires recibo mensajitos en mi celular que no pude dejar.
De allí y de aquí, van y vienen, manteniéndonos comunicados, vinculados.
De aquí para alla y de regreso, el ida y vuelta de unos afectos hechos de verdad.
No estoy sola, en mi cabeza, en mi alma, se encuentran todos ellos, mi familia, mis amigos.
Que bueno es tenerlos!!!!
lunes, 11 de febrero de 2008
Ciento ochenta y nueve días
Capitulo Uno
Sigo en mi pequeño bergantín rumbo al Norte, NE para ser más precisa.
Hace escasamente dos semanas que zarpé del puerto de origen.
Según los cálculos, entre longitudes y latitudes, meridianos y paralelos, tengo ciento ochenta y nueve días de navegación sobre un lecho marino, que a esta altura ya se transformó en un gigantesco océano viviente, por momentos calmo y cálido y por momentos tempestuoso y huracanado.
Estoy rehaciendo el camino de vuelta de mis antepasados.
Mis abuelos y mi madre, sí que saben de largos viajes.
Voy lentamente y sin apuros.
Sin agobiar a las velas para evitar que se rompan. Y sin recargar la fuerza del motor, para impedir que se recaliente o se funda.
Es el tiempo que se necesita para arribar tomando todos los recaudos.
Es una hermosa aventura, un tanto solitaria, mas su presencia en mi corazón y mi alma, la torna maravillosamente fantástica.
Estoy aprendiendo a pescar.
Llevo suficientes provisiones para todo el trayecto, con lo cual no debería preocuparme por ese punto. Pero ya que el tiempo parece estancarse en cada minuto, eso de tirar una línea y esperar que algo pique, hace más llevaderas las horas de silencio y soledad.
El anzuelo a veces se hace de peces gigantescos, que atemorizan y paralizan. Lucho contra ellos, les hago frente y huyen raudamente.
La mayor parte del tiempo son pequeños ejemplares que devuelvo al agua. Con ellos comparto la libertad y la alegría.
Algunos delfines parecen haberse hecho amigos. Será de tanto hablarles en voz alta, como charlando con alguien. Saltan, juegan, danzan, se esconden bajo el casco, lo rozan haciéndole cosquillas y luego emergen como tromba, saludándome con sus chillidos.
Cuando me atrevo a zambullirme en este formidable fluido salino me rodean, y hasta hubo veces que me animaron a tomarme de alguna de sus aletas, con lo cual me enseñaron la inmensidad de sus vidas.
Esto es increíble.
Todavía no tomé ninguno de la parva de libros que muy especialmente elegí para esta odisea.
Al que nunca abandono es a mi cuaderno de turno, que voy renovando a medida que en sus hojas ya no queda más lugar ni para una coma. Tampoco se separa de mí una de las ni sé cuantas biromes, que escribe, letra por letra, el espectáculo de este horizonte maravilloso, mis sentires, mis pensares, mis emociones.
Este proyecto fantaseado durante años, llegó para hacerse realidad, y quiero registrar todo, para cuando estén los nietos, poder contarles y leerles, como en un cuento, esta experiencia que estoy disfrutando día tras día.
Sigo en mi pequeño bergantín rumbo al Norte, NE para ser más precisa.
Hace escasamente dos semanas que zarpé del puerto de origen.
Según los cálculos, entre longitudes y latitudes, meridianos y paralelos, tengo ciento ochenta y nueve días de navegación sobre un lecho marino, que a esta altura ya se transformó en un gigantesco océano viviente, por momentos calmo y cálido y por momentos tempestuoso y huracanado.
Estoy rehaciendo el camino de vuelta de mis antepasados.
Mis abuelos y mi madre, sí que saben de largos viajes.
Voy lentamente y sin apuros.
Sin agobiar a las velas para evitar que se rompan. Y sin recargar la fuerza del motor, para impedir que se recaliente o se funda.
Es el tiempo que se necesita para arribar tomando todos los recaudos.
Es una hermosa aventura, un tanto solitaria, mas su presencia en mi corazón y mi alma, la torna maravillosamente fantástica.
Estoy aprendiendo a pescar.
Llevo suficientes provisiones para todo el trayecto, con lo cual no debería preocuparme por ese punto. Pero ya que el tiempo parece estancarse en cada minuto, eso de tirar una línea y esperar que algo pique, hace más llevaderas las horas de silencio y soledad.
El anzuelo a veces se hace de peces gigantescos, que atemorizan y paralizan. Lucho contra ellos, les hago frente y huyen raudamente.
La mayor parte del tiempo son pequeños ejemplares que devuelvo al agua. Con ellos comparto la libertad y la alegría.
Algunos delfines parecen haberse hecho amigos. Será de tanto hablarles en voz alta, como charlando con alguien. Saltan, juegan, danzan, se esconden bajo el casco, lo rozan haciéndole cosquillas y luego emergen como tromba, saludándome con sus chillidos.
Cuando me atrevo a zambullirme en este formidable fluido salino me rodean, y hasta hubo veces que me animaron a tomarme de alguna de sus aletas, con lo cual me enseñaron la inmensidad de sus vidas.
Esto es increíble.
Todavía no tomé ninguno de la parva de libros que muy especialmente elegí para esta odisea.
Al que nunca abandono es a mi cuaderno de turno, que voy renovando a medida que en sus hojas ya no queda más lugar ni para una coma. Tampoco se separa de mí una de las ni sé cuantas biromes, que escribe, letra por letra, el espectáculo de este horizonte maravilloso, mis sentires, mis pensares, mis emociones.
Este proyecto fantaseado durante años, llegó para hacerse realidad, y quiero registrar todo, para cuando estén los nietos, poder contarles y leerles, como en un cuento, esta experiencia que estoy disfrutando día tras día.
sábado, 9 de febrero de 2008
Para verte mejor!!!
Mujeres
Día para la frivolidad.
Peluquería. Lugar de perfumes, colores.
Temperatura ambiental acorde.
Lugar de sonidos y allá lejos una música casi inaudible. Voces al unísono y secadores de cabello, y pisadas descalzas.
Lugar de encuentro con el verse mejor, en donde luces y espejos iluminan los perfiles aún mejores de nuestra esencia.
Lugar de descanso, en donde sentirse mimada, de relax.
Sin apuros, sin tiempos, como detenidas en la necesidad de sentirnos humanas.
Lugar de voces roncas también.
Ellos que comprenden como quisiéramos vernos.
Ruidos metálicos de tijeras juguetonas que bailan al ritmo de la época.
Máquinas hacedoras de café, té, capuchino.
Mujeres poniéndose al día con esas revistas cholulas que sólo aquí quiero leer.
Olor también a café, aroma que acaba de pasar delante de mis narices incitándome los sentidos.
Cabezas distintas. Cortes parecidos.
Peinados clonados. Cerebros mutilados por el alarido de la moda.
Se tejen extensiones, se pegan mechones.
Que locas estamos, .... o no?
Día para la frivolidad.
Peluquería. Lugar de perfumes, colores.
Temperatura ambiental acorde.
Lugar de sonidos y allá lejos una música casi inaudible. Voces al unísono y secadores de cabello, y pisadas descalzas.
Lugar de encuentro con el verse mejor, en donde luces y espejos iluminan los perfiles aún mejores de nuestra esencia.
Lugar de descanso, en donde sentirse mimada, de relax.
Sin apuros, sin tiempos, como detenidas en la necesidad de sentirnos humanas.
Lugar de voces roncas también.
Ellos que comprenden como quisiéramos vernos.
Ruidos metálicos de tijeras juguetonas que bailan al ritmo de la época.
Máquinas hacedoras de café, té, capuchino.
Mujeres poniéndose al día con esas revistas cholulas que sólo aquí quiero leer.
Olor también a café, aroma que acaba de pasar delante de mis narices incitándome los sentidos.
Cabezas distintas. Cortes parecidos.
Peinados clonados. Cerebros mutilados por el alarido de la moda.
Se tejen extensiones, se pegan mechones.
Que locas estamos, .... o no?
Infancia lejana
Calorcito
Estamos en pleno abril. El día 7 para ser más exactos.
Mañana cálida, agradable.
A través de las ramas de los altos árboles, se ven pasar rayos del sol que todavía intenta quedarse afincado como en pleno verano.
Parece que esa estación no quiere irse, ya que teóricamente debió partir a otros rumbos, allá por el 21 de marzo.
Le cuesta despedirse.
Esta como yo, como para no entenderla!
A mí que tanto me cuestan los cambios, los adioses.
Pero además de este calorcito, hay olor a pan recién horneado.
Recuerdo mi niñez, tomada de la mano de mi mami, a la salida del colegio, ahí en Constitución.
Y de regreso a casa entrando en esa panadería.
Su aroma invadía toda la zona y yo me dejaba flotar por sobre su masa esponjosa y sabrosa que iba deleitando como exquisito perfume francés.
Estamos en pleno abril. El día 7 para ser más exactos.
Mañana cálida, agradable.
A través de las ramas de los altos árboles, se ven pasar rayos del sol que todavía intenta quedarse afincado como en pleno verano.
Parece que esa estación no quiere irse, ya que teóricamente debió partir a otros rumbos, allá por el 21 de marzo.
Le cuesta despedirse.
Esta como yo, como para no entenderla!
A mí que tanto me cuestan los cambios, los adioses.
Pero además de este calorcito, hay olor a pan recién horneado.
Recuerdo mi niñez, tomada de la mano de mi mami, a la salida del colegio, ahí en Constitución.
Y de regreso a casa entrando en esa panadería.
Su aroma invadía toda la zona y yo me dejaba flotar por sobre su masa esponjosa y sabrosa que iba deleitando como exquisito perfume francés.
Qué año, .... no?
30-12-2002
Ya fin de otro año.
Balances, no sé si podría hacerlos ahora.
Tal vez en un par de años o más, pueda saber como fue este año capicúa.
Espero que no vuelvan a repetirse en mí tantas sensaciones para nada placenteras, esas que uno sólo puede definir por habitarlas, pero sin poder reducirlas en palabras.
Si quisiera repasar lo que me ha transcurrido, todo comenzaría a borrarse.
Una neblina húmeda y pegajosa enluta mis ojos. A través de ellos es por donde el alma se ve.
Y la mirada dice tantas cosas!
Basta detenerse un instante en ése, el que está de frente o al lado, ese otro que vive sus propias vivencias. Desde el gris casi negro sentir colectivo, que por primera vez compartimos todos, y creo sin excepción.
Cada uno es artífice de su propio destino, así dicen, no?
Pero la pucha, cuanto nos equivocamos en esto de elegir el camino mejor.
Los argentinos estamos dibujados en carbonilla negra y pegajosa, que mancha todo.
Hasta nuestras ropas están así.
No hay colores.
Bien uno podría pensar que este invierno largo ya pasará.
El tema es que las puertas de salida también están desdibujadas entre tanto gris.
No se puede encontrar ni siquiera el mirador por donde pispiar el futuro.
La bronca se transformó en costumbre y la costumbre en hastío.
Sin sentidos en todos y en cada cosa que se palpa.
Cerca, siempre cerca. Como si la distancia se perdiera de vista.
No hay distancia. No hay mañana.
Hasta el cielo se ha mimetizado, aunque por momentos un halo amarillento da un poco de calor y un celeste tétrico mira sin entender.
En una misma tela mezcla caótica y loca, carbonilla y perplejidad.
Bizarro entendible sólo aquí.
Desde otros lugares, no se comprende. Hay que seguir estando cerca para no perderse.
Evitar darse cuenta que nos han violado, nos dejamos robar y no hicimos nada. La dignidad se entregó como moneda corriente que no vale ni lo que pesa.
El tedio se mezcla, se marea, se entromete, se anida, nos mata.
Y el hoy, que es como tantos ayeres desaparecidos, enterrados en una fosa común, se pinta de igual manera.
Que horror.
Así fue este año.
No me acuerdo como podría haber sido mejor.
Ya fin de otro año.
Balances, no sé si podría hacerlos ahora.
Tal vez en un par de años o más, pueda saber como fue este año capicúa.
Espero que no vuelvan a repetirse en mí tantas sensaciones para nada placenteras, esas que uno sólo puede definir por habitarlas, pero sin poder reducirlas en palabras.
Si quisiera repasar lo que me ha transcurrido, todo comenzaría a borrarse.
Una neblina húmeda y pegajosa enluta mis ojos. A través de ellos es por donde el alma se ve.
Y la mirada dice tantas cosas!
Basta detenerse un instante en ése, el que está de frente o al lado, ese otro que vive sus propias vivencias. Desde el gris casi negro sentir colectivo, que por primera vez compartimos todos, y creo sin excepción.
Cada uno es artífice de su propio destino, así dicen, no?
Pero la pucha, cuanto nos equivocamos en esto de elegir el camino mejor.
Los argentinos estamos dibujados en carbonilla negra y pegajosa, que mancha todo.
Hasta nuestras ropas están así.
No hay colores.
Bien uno podría pensar que este invierno largo ya pasará.
El tema es que las puertas de salida también están desdibujadas entre tanto gris.
No se puede encontrar ni siquiera el mirador por donde pispiar el futuro.
La bronca se transformó en costumbre y la costumbre en hastío.
Sin sentidos en todos y en cada cosa que se palpa.
Cerca, siempre cerca. Como si la distancia se perdiera de vista.
No hay distancia. No hay mañana.
Hasta el cielo se ha mimetizado, aunque por momentos un halo amarillento da un poco de calor y un celeste tétrico mira sin entender.
En una misma tela mezcla caótica y loca, carbonilla y perplejidad.
Bizarro entendible sólo aquí.
Desde otros lugares, no se comprende. Hay que seguir estando cerca para no perderse.
Evitar darse cuenta que nos han violado, nos dejamos robar y no hicimos nada. La dignidad se entregó como moneda corriente que no vale ni lo que pesa.
El tedio se mezcla, se marea, se entromete, se anida, nos mata.
Y el hoy, que es como tantos ayeres desaparecidos, enterrados en una fosa común, se pinta de igual manera.
Que horror.
Así fue este año.
No me acuerdo como podría haber sido mejor.
domingo, 3 de febrero de 2008
Sobre la baldosa
Escribe....
...... y escribe.
Como si eso de desarmar lágrimas y armarlas en palabras entintadas pudiera sacarla de ese lugar.
Está caminando, en realidad, dando pasos sobre una misma baldosa.
Ese cuadrado cúbico que la encuadra y ahoga.
No se atreve a adelantar un pie y luego el otro. Siente pánico de caerse desde su altura en ese minúsculo lugar.
Y a pesar de este espacio mínimo y fijo, todo se tambalea.
Parece estática. El espejo refleja su parálisis.
Solo ella percibe su interior enloquecido, vertiginosa y dolorosamente ausente de color y calor.
Y desde ahí adentro, sus ojos y su mirada observan perplejos el protagonismo de hasta el aire que respira, y el de esa baldosa en donde está suspendida.
Hasta los colectivos parecen tener vida propia.
Los murmullos que dibujan la música que sopla la radio, las risas que se dibujan en otras caras, su birome que pinta sin sentidos, los sentidos vividos de los otros.
Esos ladrillos que la enfrentan agitan su color, la sopapean para ver si despierta.
Sólo sabe que no está dormida.
Hace lo que no debe, pero es lo único que puede.
Escucha gritos desde muy lejos. Son esos pensamientos embarullados que lastiman la piel, y sus entrañas.
Continente contenido, desarmado, apachurrado por esa tristeza fría, mortal.
A veces se pregunta los motivos.
Reales motivos que habitan palacios ilusorios?
Crueles motivos por falta de incentivos?
Quisiera salir de allí, tener el valor para enfrentarse con lo inevitable.
Ya nada será igual.
Ni ella, ni yo, ni vos, ni ellos, ni los otros.
Todos hemos cambiado.
Sólo es que se resiste.
Y ahi está, en esa cuadrada pequeña baldosa, quieta, dura e inerte, que trata de escupirla hacia otros horizontes.
...... y escribe.
Como si eso de desarmar lágrimas y armarlas en palabras entintadas pudiera sacarla de ese lugar.
Está caminando, en realidad, dando pasos sobre una misma baldosa.
Ese cuadrado cúbico que la encuadra y ahoga.
No se atreve a adelantar un pie y luego el otro. Siente pánico de caerse desde su altura en ese minúsculo lugar.
Y a pesar de este espacio mínimo y fijo, todo se tambalea.
Parece estática. El espejo refleja su parálisis.
Solo ella percibe su interior enloquecido, vertiginosa y dolorosamente ausente de color y calor.
Y desde ahí adentro, sus ojos y su mirada observan perplejos el protagonismo de hasta el aire que respira, y el de esa baldosa en donde está suspendida.
Hasta los colectivos parecen tener vida propia.
Los murmullos que dibujan la música que sopla la radio, las risas que se dibujan en otras caras, su birome que pinta sin sentidos, los sentidos vividos de los otros.
Esos ladrillos que la enfrentan agitan su color, la sopapean para ver si despierta.
Sólo sabe que no está dormida.
Hace lo que no debe, pero es lo único que puede.
Escucha gritos desde muy lejos. Son esos pensamientos embarullados que lastiman la piel, y sus entrañas.
Continente contenido, desarmado, apachurrado por esa tristeza fría, mortal.
A veces se pregunta los motivos.
Reales motivos que habitan palacios ilusorios?
Crueles motivos por falta de incentivos?
Quisiera salir de allí, tener el valor para enfrentarse con lo inevitable.
Ya nada será igual.
Ni ella, ni yo, ni vos, ni ellos, ni los otros.
Todos hemos cambiado.
Sólo es que se resiste.
Y ahi está, en esa cuadrada pequeña baldosa, quieta, dura e inerte, que trata de escupirla hacia otros horizontes.
sábado, 2 de febrero de 2008
Albert Einstein y algunas de sus frases
Cuando me preguntaron sobre algún arma capaz de contrarrestar el poder de la bomba atómica yo sugerí la mejor de todas: La Paz.
La vida es muy peligrosa, no sólo por las personas que hacen el mal, sino y sobre todo, por las que se sientan a ver lo que pasa.
Si tu intención es descubrir la verdad, hazlo con sencillez, la elegancia déjasela al sastre.
Todo lo que es realmente grande e inspirador es creado por el individuo que puede trabajar en libertad.
Uno debería guardarse contra aquellos que sermonean habitualmente a los jóvenes con la importancia del éxito como principal propósito en la vida. El estímulo más importante para el trabajo, en la escuela y en la vida, es el placer de trabajar, el placer de sus resultados, y el conocimiento del valor del resultado para la comunidad.
Dar el ejemplo no es la principal manera de influir sobre los demás; es la única manera.
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